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Sábado, 25 Noviembre 2017 20:22

La Eucaristía fuente y cima de toda vida cristiana. Destacado

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En el retiro del día 18 de noviembre el padre Ignacio Palacio nos habló de crisis pero también de la victoria del Corazón Inmaculado de la Virgen. En medio de las dificultades y sinsabores del momento presente el padre nos recordó que muchos de nosotros, conscientes o no, hemos conocido personas que hoy son santas. El padre Palacios recordó que él había tenido contacto en varias ocasiones en Roma con el Arzobispo François-Xavier Nguyễn Văn Thuận, cuya causa de beatificación está abierta.


El Arzobispo Văn Thuận vivió preso durante 13 años, nueve de ellos en aislamiento ¿Como pudo sostenerse en la fe en medio de la dura prueba de los campos comunistas de Vietnam? El cardenal, según recuerda el padre Palacios, repetía que había sido la Eucaristía, que celebraba diariamente en el altar de la palma de su mano con un trocito de pan y unas gotas de vino, quien le sostuvo en la dificultad del cautiverio. Esta confidencia del cardenal Van Thuan aparece también recogida en su libro "testigo de esperanza".


El papa Juan Pablo II escribió la carta enciclica Ecclesia de Eucharistia, que comienza diciendo: "La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia."El concilio Vaticano II señalaba que la Eucaristía es « fuente y cima de toda la vida cristiana.» 1


«La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo»2. Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial.


No sé si sería exagerado decir que lo que la Iglesia Católica anuncia es a Cristo Eucaristía. En cualquier caso "la Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia." 3


El tesoro de la Eucaristía, como sacramento de la unidad de la Iglesia, requiere de normas que favorezcan la participación frecuente de los cristianos en la Mesa eucarística y, al mismo tiempo, normas que determinen las condiciones objetivas en las que no se debe administrar la comunión. El esmero en procurar una fiel observancia de dichas normas se convierte en expresión efectiva de amor hacia la Eucaristía y hacia la Iglesia.


Al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don. A ello nos invita una tradición incesante que, desde los primeros siglos, ha sido testigo de una comunidad cristiana celosa en custodiar este « tesoro ». Impulsada por el amor, la Iglesia se preocupa de transmitir a las siguientes generaciones cristianas, sin perder ni un solo detalle, la fe y la doctrina sobre el Misterio eucarístico. No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio, porque « en este Sacramento se resume todo el misterio de nuestra salvación ».


El código de derecho canónico expone la condiciones necesarias para la participación en la comunión eucarística, destacando que es "el sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así pues los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan."


Aunque conocidas, no está de más recordar algunas de las condiciones que el código de derecho canónico establece para la participación en la Santísima Eucarística.


915 No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave.


917 Quien ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe.


919 § 1. Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas.


§ 3. Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior.


921 § 1. Se debe administrar el Viático a los fieles que, por cualquier motivo, se hallen en peligro de muerte.


§ 2. Aunque hubieran recibido la sagrada comunión el mismo día, es muy aconsejable que vuelvan a comulgar quienes lleguen a encontrarse en peligro de muerte.


Finalizo invitando a todos a recordar con alegría que la Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. 4



Te adoro con devoción, Dios escondido,

oculto verdaderamente bajo estas apariencias.

A Ti se somete mi corazón por completo,

y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;

pero basta el oído para creer con firmeza;

creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:

nada es más verdadero que esta Palabra de verdad

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,

pero aquí se esconde también la Humanidad;

sin embargo, creo y confieso ambas cosas,

y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás

pero confieso que eres mi Dios:

haz que yo crea más y más en Ti,

que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor!

Pan vivo que das vida al hombre:

concede a mi alma que de Ti viva

y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno,

límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,

de la que una sola gota puede liberar

de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego,

que se cumpla lo que tanto ansío:

que al mirar tu rostro cara a cara,

sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

Adoro te devote, Santo Tomás de Aquino.


1. Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 11.
2. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 5.
3. Carta enciclica Ecclesia de Eucharistia
4. Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, III, q. 83, a. 4 c.

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